La interminable lista de actividades, diversas, intensas, que una directora de escuela primaria de los suburbios de una gran ciudad, intenta planificar la noche anterior a su próximo día de trabajo, es apenas uno de los modos de ilustrar la sobrecarga a la que están expuestos los educadores en contextos de máxima complejidad como son los tiempos de hoy. Una agenda siempre imposible, cuyo destino es ser desbordada por las múltiples demandas, cualquiera sea el rol que se desempeñe en el sistema educativo. Pero la fuente principal del malestar actual no es sólo la sobrecarga de tareas y responsabilidades, las indefiniciones normativas, los déficit organizacionales crónicos del sistema educativo, sino el lugar central en el que el docente ha quedado en la escena, maniobrando en ese desplazamiento desde la expectativa y preocupación pedagógica hasta la contención-asistencia-cuidado social. Testigo que presencia, padeciendo muchas veces en su cuerpo, el derrumbe de un modo de sociedad, una educación y una escuela que ya no ha de ser. Del pasaje de testigo a sujeto-actor -o, en todo caso, sobre esa tensión- tratan estas crónicas. De los márgenes y grados de libertad, de los modos de construir esas realidades, de las estrategias para soportarlas, de las posibilidades de cambiarlas, de los modos de cuidarse y cuidar. La noción de malestar docente es suficientemente fértil como para permitir una investigación en torno a las condiciones de salud y de trabajo y como para extenderse buscando las razones de las marcas subjetivas y corporales del malestar, dando lugar a otras reflexiones y estudios urgentes que hacen a la práctica docente y a las condiciones donde lo subjetivo y lo colectivo se anudan. Estos textos, las investigaciones, los andamiajes conceptuales que los sostienen, los experiencias de talleres, las bibliografías, los testimonios y reflexiones escritas y elaboradas por educadores conforman estas crónicas, palpitan un tiempo de emergencias e imaginan un lector capaz de apropiarse de ellos. La perspectiva de herramienta orientó las jornadas de donde provienen y en esa nueva vuelta por el escrito busca reiniciar un nuevo ciclo que revitalice las prácticas. Se trata de una invitación a abandonar la soledad y el anonimato donde abreva el malestar y retornar a la escuela con los nuevos aires que estos textos pudieran motivar; a la escuela que sigue siendo una usina en la que una energía poderosa y diversa, como en el resto de la sociedad, no encuentra todavía el rumbo donde encauzar su potencial. Daniel Korinfeld