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Este libro sostiene la plasticidad de un movimiento deseante; se divide en dos partes articuladas entre sí: una se ocupa de los aspectos teóricos y la otra de lo que acontece en el territorio clínico e interdisciplinario. Entre ambas, se pliegan y despliegan ideas, pensamientos y experiencias.
Recorrido teórico
Cuando un niño o niña sufre, lo primero que se afecta es la relación con los otros: con su familia, docentes, amigas, amigos y la comunidad. La experiencia fundante de la amistad en las infancias nunca se posee, no es propiedad de nadie; lo que tiene en común es lo distinto, lo diferente y dispar, que causa el deseo de desear. La amistad en la infancia es del orden del don; pertenece a esa lógica inconsciente, mucho más constituyente que constituida.
Los pequeños confían en sus amigos, los invisten de complicidad, crean gestualidades secretas que comparten, se abren y se expanden a la compasión de la amistad. Cuando, por alguna razón, no pueden o les resulta arduo tener amigos, la dificultad con la que se encuentran es la imposibilidad de recibir o donar al otro, y aparece la angustia sufriente que se dramatiza a través del cuerpo y los síntomas de la vida. ¿Es posible la existencia de una comunidad sin el sentimiento de intimidad, compasión y amistad?
Recorrido práctico
No hay constitución subjetiva sin lazo social. Nos referimos a la amistad y lo comunitario en las infancias para mantenerla viva, no para saber acerca de ella, pues es una experiencia fundante, originaria y original, no anticipable, dispar y plural, mucho más constituyente que constituida. El acontecimiento de la amistad tiene que realizarse, no solo decirse.
La originalidad y la esencia de los amigos y amigas se expresa en la intensidad de un espacio impar, que dona el tiempo a la generación de deseos, amores, rivalidades, placeres, frustraciones y vivencias en los que se subrayan la mezcla, la metamorfosis y el choque de fuerzas inclasificables de la comunidad. La experiencia amistosa en la niñez no es del orden del tener, sino de la curiosidad, la intimidad, la desposesión y la existencia. ¿Qué sería de una infancia sin amigos y amigas?
RECORRIDO TEÓRICO Capítulo 1. Nacimiento: amistad, subjetividad
El destino de la amistad
La caricia del origen: la pulsión del toque
El ritmo prematuro: pliegue y despliegue
Resonancia pulsional de los amigos
La experiencia de la amistad. Hacer uso de la imagen del cuerpo
Tomar, vestir, investir un objeto ¿para hacer amigos?
Capítulo 2. La relación del niño. Entre el mundo, las cosas y los amigos
¿Por qué y para qué juegan los niños y niñas entre sí?
Entre lo individual y lo colectivo: amigos y amigas
Capítulo 3. La plasticidad de lo comunitario en las infancias
Inscripción y excripción de lo social en las infancias
Ser y realizarse con los demás
La intimidad, junto a otros
Entre amigos y amigas. Lo colectivo
Capítulo 4. Amigas y amigos imaginarios
Imaginarios amigos
Amistad, anamorfosis y cenestesia
La imagen del otro, del cuerpo, del nos-otros
La comunidad de las amigas y amigos imaginarios
El sinsentido del tiempo entre amistades
Capítulo 5. Amigas y amigos virtuales: ¿una relación posible?
Amistad ¿digital, virtual, real?
La herencia y el prójimo. Movimientos de descendencia y ascendencia
La sensibilidad del toque digital: ¿dónde están los amigos?
Amistad, curiosidad e inteligencia artificial
Acerca del nacimiento de la amistad en la humanidad
Capítulo 6. Descubrir el mundo entre amigos. Lo comunitario
Entre juguetes, jugadores y amigos
La realización de la amistad en primera infancia
Curiosidad: clínica, familia, escuela
La secreta compasión de la amistad
RECORRIDO PRÁCTICO Capítulo I. ¿Tiene amigos el cuerpo?
La experiencia ficcional de la amistad
Claudia entre amigos: la inclusión como experiencia
Capítulo II. La amistad frente a los diagnósticos
Andrés y la experiencia de la curiosidad
Capítulo III . Crear amigas y amigos para jugar
Pedro humaniza la enfermedad
Capítulo IV. Amistad, integración, escolaridad
Martín no encuentra amigos para jugar
Del desborde del diagnóstico a la legalidad de la existencia
Capítulo V. La conquista de la amistad
Felipe, ¿puede jugar con otros?
Capítulo VI. Qué sería de la niñez sin amigos
La imagen del cuerpo en juego
Capítulo VII. La comunidad de lo diferente: los amigos
Hospitalidad y amistad. Alojar la incertidumbre
Capítulo VIII. Amistad: rescatar al sujeto a través de la virtualidad
La gestualidad en la complicidad secreta
Escribo sobre la amistad, lo comunitario y lo social en las infancias para mantenerlas vivas, no para saber sobre ellas. Se trata de una experiencia originaria y original, no anticipable, dispar y plural, mucho más constituyente que constituida. El acontecimiento de la amistad tiene que realizarse, no solo decirse. El acontecer da lugar, pone en juego y en movimiento nuevos decires y haceres, dimensiones que cuestionan la pretensión de domesticar y construir un conocimiento homogéneo, hegemónico, agobiante y asfixiante sobre la niñez, el desarrollo, la estructura, el aprendizaje, la crianza, el diagnóstico, la integración, lo social y la comunidad.
Al nacer, el niño no tiene constituido lo inconsciente; este no existe como tal, sino a través del otro que se relaciona con él, en el deseo de jugar juntos. En esa acción se transmite el amor, que genera en los pequeños la inscripción e incorporación de la ficción en lo corporal y gestual, creador de las formaciones del inconsciente. Repetición e insistencia pulsional ritmada por salir del cuerpo para jugar con otros: la experiencia fundante de la amistad.
Los amigos y amigas se inventan en las escenas de la niñez. Inauguran acontecimientos instituyentes del universo infantil, la crianza y la vida. La invención de la amistad se inscribe y empieza a repetirse, a donarse en una aventura singular que ocurre por primera vez, se incorpora, se reprime y se reinscribe. Esto nunca acontece como un hecho privado, sino abierto al devenir de lo comunitario, legitimado, afirmado por un consenso social, generacional y cultural en el que se crea el sentimiento íntimo de confianza, compasión y pertenencia.
La amistad oxigena las contingencias impredecibles e insustituibles. No se trata de la posesión del otro, sino de una composición de sensaciones, gestos, palabras, cuerpos, juegos y narraciones, que se inscriben en huellas móviles entretejidas en la singularidad comunitaria del nos-otros. No procuro realizar una definición teórica de la amistad durante la infancia, mucho menos llegar a conclusiones prácticas acerca de ella. Los amigos y amigas son una topología en movimiento, plena de sensaciones corporales, afectivas, que se emancipan de sí. Se resisten a cualquier totalización o pretensión de universalidad conceptual.
Para los niños y niñas, la amistad es una resistencia a los clichés; es la posibilidad de romper con los binarismos bueno-malo, normal-anormal, discapacitado-capacitado, masculino-femenino e integrado-desintegrado, entre otros. La amistad constituye una experiencia libidinal atópica; es lo opuesto a la cerrazón del estigma. Irrumpe; inasible, ejerce la libertad, cómplice en el entre relacional con los otros. Sin dudas, conforma un antídoto contra la taxonomía y la clasificación de comportamientos, conductas y haceres infantiles que pretenden desestimar la espontaneidad, la incertidumbre, los avatares, la época, la historia y la cultura para arrasar con la singularidad.
La experiencia infantil de la amistad toma el riesgo, se opone a la fijeza estandarizada. Ella propicia la disparidad, la diferencia como causa de lo común. La originalidad y la esencia de los amigos y amigas se despliegan en la intensidad de un espacio impar, que dona el tiempo a la generación de deseos, amores, rivalidades, placeres, frustraciones y vivencias. Allí se subrayan la mezcla, la metamorfosis y el choque de fuerzas inclasificables de la comunidad.
Para los más pequeños, los amigos y amigas funcionan como motores del deseo de desear, son apertura a las novedades, salidas del cuerpo, umbral de ficciones verdaderas, cambios de pensamientos, transformación de realidades, equívocos plenos de diferencias, malestares a partir de fracasos, sensación de confianza, frustración ante los límites del otro, compasión ante el dolor de los demás, con quienes crean el sentimiento de intimidad en un territorio de subjetividad, complicidad y colectividad. La experiencia amistosa no es del orden del tener, sino del de la curiosidad, la desposesión y la existencia.
Los papás de Mía consultan por los miedos que siente su hija de cinco años, que le impiden ir a la escuela. En una sesión, la niña, en el entredós del juego, angustiada y con preocupación, me cuenta: "Me peleé con Delfina, porque se ponía muy mal cuando yo no quería hacer lo que ella decía. Lloraba mucho, mucho, hasta que hacíamos lo que ella quería. Pero ahora entendí que tengo que hacer lo que yo quiero y nos peleamos fuerte. Me da miedo que nos enojemos. Lo que pasa es que jugué con otros amigos y empezó a empujarme, a pegarme, cree que sabe todo. Se puso muy mala le quiero decir: Amiga, ¿querés volver a ser mi amiga?, pero tengo un poquito de miedo, un poquito."
La experiencia fundante de la amistad en los niños también conlleva la posibilidad de la frustración, el fracaso, la desazón y el desamor. La sensación de que pueden no ser correspondidos o elegidos por otros conjuga la angustia. El amor por el amigo o amiga pone en juego lo más humano e inhumano de la existencia. Es una amorosidad no exenta de sufrimientos, temores, decepciones, malestares y riesgos como condición subjetiva.
La situación de ser amado o no por el otro compone una escena esencial; los chicos necesitan saber y comprobar que se los ama, un movimiento capital para recibir y generar el deseo del don, de donar y confiar en la colectividad del nos-otros.
Poco a poco, los pequeños van notando lo provisorio y contingente; no pueden eludir el dolor y el placer que implica vivir, la condición ambigua de fragilidad y omnipotencia de lo finito e infinito de toda existencia deseante.
Durante la infancia, se origina y nace la pasión por los demás, con su amorosidad e intensidad: una experiencia opuesta a la posesión y al individualismo. Es un acontecer que redistribuye el espacio, lo temporal, el lenguaje, el cuerpo y la gestualidad; una sensibilidad acunada en el don del deseo que despoja y revela a la vez el genuino sentimiento de complicidad, confianza y compasión por el otro, en la heterogénea comunidad de la amistad.
¿Qué sería de una infancia sin amigos y amigas?
Esteban Levin
Licenciado en psicología, psicomotricista, psicoanalista, profesor de educación física, profesor
invitado en universidades de Argentina y otros países.
Autor de numerosos libros y artículos en diversas publicaciones especializadas nacionales e internacionales.
Laura T. Jaite
Profesora Nacional de Bellas Artes (Escuela Nacional de Bellas Artes "Prilidiano Pueyrredón"). Licenciada en Artes Visuales (UNA). Ilustradora. Psicopedagoga (IES N°1 Alicia Moreau de Justo). Licenciada en Psicopedagogía (UFLO). Docente de Expresión Plástica en nivel primario y secundario. Coordinadora de talleres de expresión plástica en centros de día, con adultos mayores institucionalizados, en centros de rehabilitación traumatológica, neurológica y respiratoria. Facilitadora de talleres sobre ESI y lenguajes expresivos en nivel primario. Psicopedagoga clínica con niños, niñas y adolescentes. Miembro del Equipo Interdisciplinario en Educación Especial. Autora de artículos sobre arte y psicopedagogía, arte y tercera edad, arte y rehabilitación en congresos y jornadas profesionales. Miembro del Forum Infancias.