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Con la creación del primer Jardín de Infantes llamado “Ruth Harf”, compartimos algunos fragmentos e ideas de la autora. ¡Un hermoso homenaje a su trayectoria!

Un homenaje a Ruth HarfInauguración de una escuela infantil en Charata (Chaco) con Ruth Harf durante el 2019.

Si el docente no juega, ¿para qué va al Jardín de Infantes? En general, se piensa que el docente juega en el Jardín, pero a esa primera respuesta nos proponemos responder rotunda e incluso provocativamente: “¡No, el docente no juega en el Jardín, el docente trabaja allí!”.

Consideramos que juego y trabajo o juego y estudio o juego y no juego son simplemente los polos extremos de una línea continua denominada actividad humana, donde son más los grises indeterminados que los blancos y negros bien definidos. Desde esta perspectiva, sostenemos que el docente realiza en el Jardín de Infantes un trabajo que, con suerte, tiene un alto potencial lúdico, en la medida en que puede presentar en gran parte características tales como desafío, búsqueda y encuentro de placer, diversión, compromiso, comunicación, estrategias, libertad. Al decir que el docente no juega, ponemos de manifiesto el lugar esencial que él tiene en el juego de los niños –soporte, andamio para el juego de los pequeños, facilitador–. Cuando interviene es para apoyar ese juego “tomando el té” que le ofrece, prestándose a ser “operado“, mezclando y tirando cartas y dados, etcétera.

Para jugar se debe “suspender” el mundo de lo cotidiano y entrar en el lúdico, el de la ficción; pero para el docente, como responsable de lo que sucede en la clase, el “como si” es “como si jugara” sin dejar de ser el maestro. Puede transformarse en un perro, pero nunca deja de ser quien es, ni de responder a las necesidades de seguridad, cuidado, higiene y enseñanza. Sólo cuando hay otro que se hace cargo de esta responsabilidad (otro compañero de sala, el docente de educación física, etc.) un maestro puede incluirse de lleno en una situación de juego.

Cuando vemos al maestro “jugando”, en realidad estamos viendo a un docente trabajando; a un docente cuyo trabajo es justamente esa disponibilidad, esa atención flotante, ese aprovechamiento de toda circunstancia lúdica en función de los objetivos educativos que se ha planteado.

¿Hay que jugar para no aburrirse? Uno de los argumentos habituales a favor de la introducción de lo lúdico en la escuela es, entre otros, no generar aburrimiento. Cuando alguien está interesado, no se aburre; cuando alguien se divierte, no se aburre; cuando alguien siente placer, no se aburre.

¿Es verdad que el aburrimiento va contra la educación? ¿Se introduce lo lúdico en la educación porque si no los niños se aburren? ¿Es ésta la razón de base? ¿Siempre es indeseable el aburrimiento? ¿Siempre hay que estar haciendo algo? ¿Aburrirse es no hacer nada o puede ser parte de un proceso?

 

Fuente: Este texto fue extraído del libro "Educar con coraje"
Escribe: Ruth Harf