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¿Qué hay en el espacio y cómo se organiza? Te invitamos a conocer una producción especial sobre el Jardín Maternal, un lugar donde el enseñar y el aprender se hacen jugar. Este contenido forma parte de una nueva serie de libros escritos por Diana Urcola, Mónica Kac y María Renee Candia.

Nuevo libro de 0a5, la educación en los primeros años
Conocé el libro sobre El ambiente en el Jardín Maternal. > Más información
 

Desde la dimensión del ambiente de aprendizaje inciden en su conformación tanto el espacio físico (el jardín de infantes, la sala, el patio, el salón de usos múltiples), su tamaño, la iluminación, ventilación, así como los diversos objetos que lo ocupan y sus modos de organización: materiales, el mobiliario, la decoración, los objetos naturales o artificiales que rodean a los bebés y niños pequeños.

Los espacios de calidad invitan al movimiento, a la toma de decisiones, a la elección de diversas opciones potentes y simultáneas que dan lugar a la exploración, al encuentro con otros, al descanso y al sosiego, al despliegue de los sentidos, al tránsito autónomo, al jugar compartido, y a su construcción con sellos de identidad. Quienes comparten los espacios tienen que percibir su versatilidad transformadora al servicio de una propuesta, de una idea, de un propósito. Toda transformación del espacio que posibilite construir pertenencia e identidad será bienvenida si esta es genuina e incluye a los bebés y niños en la toma de decisiones. En una sala de bebés, por ejemplo, estas transformaciones estarán muy sostenidas y acompañadas desde la palabra del adulto que las organiza y le otorga sentido a eso nuevo que irrumpe en el espacio: se le habla del cambio, de lo nuevo, se lo muestra, se lo hace percibir corporalmente con los diferentes sentidos puestos en juego. Cualquier modificación del espacio debe ser paulatina y se puede hacer una lectura de cómo impacta en cada bebé y niño pequeño en su estado de ánimo que puede recibir positivamente esta modificación o, por el contrario, puede desorganizarse, angustiarse y alterarse de tal modo que, al no poder expresarlo en palabras, esto se manifiesta en un estado de inquietud y malestar general.

En el Jardín Maternal, el juego entre lo mío y lo nuestro es necesario. Así como hay espacios colectivos y públicos: nuestra sala, nuestra alfombra, nuestro cambiador, nuestro pasillo, nuestra sala de música, nuestro patio, también es preciso respetar lo de cada uno. Poco se observa la jerarquización de lugares de intimidad donde también se preste atención a lo singular, a “lo mío”. Los niños precisan de espacios reales y concretos donde puedan guardar sus pequeños tesoros: una cajita, un anaquel, una bolsa, un estante, en este interjuego entre lo mío y lo nuestro como construcción y aprendizaje.

Es interesante agudizar la observación y hacer una lectura acerca de cuáles son las elecciones que espontáneamente van haciendo los bebés y niños de estos lugares de intimidad, para luego tomar la decisión pedagógica de que estos permanezcan en el tiempo y brinden seguridad: un rincón con una colchoneta, el ángulo entre la pared y el mueble en el que se guardan las cosas, el puf que está en un extremo de la sala, pueden ser espacios que los pequeños elijan para relajarse, para mirar un objeto conquistado, o solo para buscar adormecerse porque el cansancio los alcanzó.

Si bien consideramos que la versatilidad transformadora es una característica fundamental que deben tener los espacios –pasibles de movimientos en función de los propósitos pedagógico didácticos–, debemos encontrar objetos que, a modo de brújula, les permitan a bebés y niños pequeños construir regularidades contextuales (Maquieira, 2007). Estas, como elementos que marcan la continuidad del ambiente, no solo están sostenidas en la permanencia de los vínculos, sino en la relación que los pequeños van estableciendo entre los objetos significativos y los espacios con los que los identifican.

Algunos consejos sobre el espacio físico: dimensión del ambiente de aprendizaje

  • Para organizar los espacios se deben prever zonas de sueño, de alimentación, de higiene y de juego en las salas de bebés y deambuladores.
  • De acuerdo a la infraestructura disponible se tomarán decisiones pertinentes al interior de cada sala (en función de las edades de bebés y niños) y como institución toda, debido a que muchas veces para liberar las salas de mobiliario hay lugares de uso común, por ejemplo de guardado de material, para el cambiado de pañales o para desayunos, almuerzos, meriendas u otras colaciones, que implican una organización institucional de mayor envergadura para evitar superposiciones.
  • La presencia o no de mesas y sillas cambia rotundamente la fisonomía de la sala, razón por la que es muy común que se elijan lugares por fuera de ella para no tener los espacios tan saturados. Las sillas altas y los cochecitos en general son parte del paisaje cotidiano en salas de bebés que, por la practicidad de su uso, se considera imprescindible tenerlos a mano. De todos modos, se sugiere que solo algún coche se encuentre en la sala si es el lugar de preferencia para dormir de algún niño, y luego llevarlo a otro espacio destinado a su guardado.
  • Las sillas altas o los adaptadores que se anexan a las sillas pueden estar en una zona de alimentación por fuera de la sala, excepto que, por una cuestión de organización institucional, su presencia indique al interior de la sala una zona de alimentación para los más chiquitos por ser el lugar espacioso y por la practicidad de tenerlas cerca en el mismo ámbito.
  • Cabe destacar que por las características en los desplazamientos de los más pequeños que permanecen mucho tiempo en el suelo es preciso garantizar la seguridad física y su salud. Es condición irrenunciable mantener los espacios limpios y al resguardo de cualquier objeto que pudiera atentar contra su bienestar.
  • No deben faltar los espejos de acrílico irrompible y el espacio de encuentro y relajación con la delimitación de una alfombra de goma u otro material que favorece e invita y cobija a ese lugar compartido, y va siendo plataforma de construcción del “nosotros”.
  • La iluminación con fuentes naturales de ser posible, los colores cálidos y los frisos para pegar producciones infantiles u obras de arte crean una muy buena atmósfera para aprender.
  • Los vidrios de puertas y ventanas forrados con láminas translúcidas dan mayor seguridad frente a cualquier estallido que pudiera desprender pedazos o astillas.
  • Para que los pequeños puedan tener un manejo autónomo de sus pertenencias, las salas deben estar provistas de percheros dispuestos a una altura de fácil acceso y con un espacio suficiente entre los ganchos para que puedan colgar y descolgar sus mochilas cómodamente.
  • Existen muchas dificultades observadas en el diseño de estos elementos de la sala que obstaculizan esta propuesta cotidiana que preserva el orden y la autonomía en el desenvolvimiento de los niños.
  • Cuando los jardines no estuvieron concebidos inicialmente como tales, resultan ser casas con habitaciones devenidas en maternales y, por lo tanto, no se suelen encontrar bachas para el lavado de los materiales dentro de las salas. Estas son necesarias por la practicidad que reviste para el docente y porque la cercanía permite sostener los momentos de higiene aprovechando cada situación. Prever un lugar de guardado y de fácil acceso para los niños de los elementos de limpieza, favorece el desarrollo de estas prácticas cotidianas que promueven la buena convivencia.
  • Las zonas “blandas” pueden formar parte del espacio de encuentro, como del espacio de descanso (también se conforman con cuerpos de gomaespuma para juegos motores). Si bien hay muchos jardines que optan (para las salas de bebés) por tener algunas cunas, otras prefieren las colchonetas en el piso por la posibilidad de movimiento que estas ofrecen.
  • Los materiales deben tener un orden, estar clasificados y organizados en canastos, repisas, tarros, bolsas con un buen nivel de accesibilidad, tanto en la sala como en algún lugar de guardado de uso común.
  • Tener en cuenta la estética del ambiente cuando las paredes están muy sobrecargadas con materiales: esto no contribuye a la conformación de una atmósfera de calma, con zonas de descanso visual.
  • Para salas de dos y tres años, se pueden incluir si el espacio lo permite, mesas y sillas, no solo para servir el desayuno o la merienda sino para organizar juegos de mesa en ellas, armar propuestas de arte plástico o pequeñas construcciones. Además de la zona de encuentro y relajación (que también puede ser de descanso), en estas salas la zona de juego se preparará en función de la propuesta. Los mobiliarios clásicos que hacen a la vida hogareña, tienen que ser livianos y de fácil traslado para poder moverlos por las diferentes salas que los precisen, de acuerdo a las decisiones que el docente va tomando sobre este ambiente y los materiales que dispone para enseñar-jugaraprender. Además, en las salas de estas edades, ya pueden quedar una mayor cantidad de materiales al alcance de los niños: por ejemplo, una biblioteca, material didáctico clásico (rompecabezas, miniladrillos, loterías, encastres planos), bloques grandes para construir, entre otros elementos.

Iglesias Forneiro (2008) entiende que el ambiente escolar conforma una estructura de cuatro dimensiones claramente definidas e interrelacionadas entre sí que tomaremos: una dimensión física (la llamaremos física-espacial: qué hay en el espacio y cómo se organiza) cuya explicación se especificó en este texto, una dimensión funcional (cómo se utiliza y para qué), una dimensión temporal (cuándo y cómo se utiliza) y una dimensión relacional (quiénes y en qué circunstancias). Estas tres últimas se desarrollan en forma detallada en el libro.

Continúa...


Autoras: Diana Urcola, Mónica Kac y María Renee Candia
Fuente: Libro "El ambiente en el Jardín Maternal"
Colección: 0a5, la educación en los primeros años