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¿Qué diferencia puede haber entre padres que viven en una constante batalla campal, demandados y agobiados, en una puja por el poder con sus hijos, y otros que logran cierta armonía, fluidez y respeto en las relaciones? Nos debatimos en general en una línea que va desde la desprotección y falta de orientación hasta la sobreprotección y el exceso de control.
Tanto con padres permisivos, sobreprotectores o hiperexigentes, los niños terminan siendo víctimas de nuestras ideologías y prácticas de crianza. Desbordados, carentes de iniciativa o saturados de control, presentan muchos más problemas que en épocas anteriores; cada vez vemos más casos de niños obesos, con cuadros depresivos o de ansiedad, medicados o tratados por diversos tipos de problemáticas.
Este es un libro sobre la crianza de los niños, que aborda las formas en que nos equivocamos en esta tarea y que está escrito usando la ironía como método para desnudar las obligaciones y mandatos que nos atormentan.
Si somos capaces de graduar los límites que les imponemos a los niños para organizar sus impulsos y, también, los límites que nos imponemos para controlar nuestro deseo parental, es probable que consigamos una relación que manifieste una estructura saludable para toda la familia.
Advertencia sobre la autora: es madre, digamos que eligió ser madre, tiene un hijo nacido en 1999 aparentemente sano y feliz, que la considera bastante pasable en su maternidad. Aparte de su experiencia profesional, y como amiga de muchos padres y madres, ha tomado gran parte de sus aciertos, errores, omisiones y contradicciones como material para escribir este libro. No es, ni pretende ser, mejor ni peor madre que cualquiera de los lectores de este libro. Está en la lucha, como todos.
Capítulo 1.
Qué tipo de padre/madre es y qué va a lograr con eso
Un poco antes de ser padre o madre: ¿tener o no tener hijos?
Lo que los niños, sean o no malcriados, nos enseñan: el equitativo ciclo de la vida
La Cajita Feliz parental: amor, límites y alguna chuchería para entretener a los niños
Capítulo 2.
En qué lugar poner a los hijos para que sean malcriados
El arte de intentar echar a perder a los hijos
Capítulo 3.
No sos vos, soy yo.
Padres que necesitan un poco de disciplina
Capítulo 4.
Prepárese para una adolescencia un poco complicada
A todos nos pasa
Criando adolescentes, hacia dónde apuntar
Y si se descarrila ¿qué hago?
Para finalizar, algunos PEP (padres especialmente patéticos)
Capítulo 5.
Rectificando uno que otro rumbo
Los límites: no deje para mañana lo que puede hacer hoy
Y ¿para qué sirven los límites?
Hoy es siempre todavía; nunca es tarde
Capítulo 6.
Diez conclusiones que pueden ser comienzos
Criar y educar a un niño es una tarea extremadamente compleja, que va desde lo más sencillo, que puede ser evitar que sus uñas crezcan hasta llegar a ser garras, hasta lo más elevado, como darle algún tipo de orientación espiritual. De esa forma de criarlos depende en gran medida la calidad de su paternidad/maternidad, el goce que pueda obtener de hacerlo y los logros que alcance.
A muchos papás/mamás se le complica hacerlo por diversos motivos: su extrema juventud (padres adolescentes), la pobreza, el estar alejados de sus hijos debido a sus propios problemas personales. Entre los que no pueden, los que no saben y los que no quieren hay grandes diferencias.
Es toda una tarea de vida, que afecta profundamente la suya propia y la de su entorno. Los niños que son sus hijos, no son suyos en el sentido de una propiedad, sino de una alianza, de un compromiso. Algunos padres dicen es mi hijo, yo hago lo que quiera con él, para informar al mundo que lo educan o disponen de su vida según su capricho. Sepan que sus hijos no les pertenecen en ese sentido, sólo los tienen para cuidarlos y sería bueno que, en vez de pensar en sí mismos, piensen en el bienestar de ellos, en lo que es mejor para su niño o su niña.
Hay gente que se pregunta: ¿por qué he terminado padeciendo a mis hijos? cuando todos los días tienen que afrontar situaciones de confrontación, de demandas y, aun, de malos tratos por parte de ellos. Algunos se resignan, porque consideran que es normal que los niños causen estragos y requieran sacrificios, como si no se pudiera hacer las cosas de otra forma. Otros, llegados a cierto punto, sintiéndose incapaces de educarlos, derivan esta tarea en otros o se lavan las manos. Que la vida misma se encargue de su tarea.
En el otro extremo, se preguntan: ¿por qué he terminado padeciendo la paternidad/maternidad?, llevando esta tarea hasta el punto en que resulta tan estresante y desgastante, como onerosa y llena de crecientes exigencias.
Pero no es así. La prueba está en que para muchos padres y madres, esta actividad, nunca vacía de inquietudes y de desafíos, es una tarea sumamente agradable y llevadera, que los hace sentir felices y hasta cierto punto relajados.
¿Qué diferencia puede haber entre padres que viven en una constante batalla campal, demandados y agobiados, en una puja por el poder con sus hijos, y otros que logran cierta armonía, fluidez y respeto en las relaciones?
No es lo mismo convivir en un hogar en el cual los niños colaboran en las tareas domésticas, tienen buen humor y se comunican con afecto y respeto con sus padres, que en otro en que los padres están arreglando, ordenando, sirviendo y soportando exigencias y, a menudo, la hostilidad que les dispensan muchos niños. Tampoco es lo mismo un hogar en el cual hay una agenda de los niños que cansa con solo mirarla y unos padres que no descansan nunca porque siempre hay una meta más que cumplir. Hay diferencias entre una familia en la que todos cuidan de todos, se ayudan entre sí, con otra en que hay dos clases o grupos, los niños y los padres, en una relación jerárquica en la cual los primeros mandan o los segundos asfixian.
Tanto con padres permisivos, sobreprotectores o hiperexigentes, los niños terminan siendo víctimas de sus ideologías y prácticas de crianza. Desbordados, carentes de iniciativa o saturados de control, presentan muchos más problemas que en épocas anteriores. Los niños no eligen a sus padres, pero los padres si eligen la forma de educarlos.
Así, son los niños los que manifiestan los problemas derivados de las formas de educarlos, se convierten en tiranos, en esclavos o en marionetas, en chicos sin rumbo con problemas para decidir cuando tienen que hacerlo.
El hecho es que no se llega a una u otra situación por pura casualidad; si no, no tendría sentido establecer una relación causa-consecuencia entre crianza y vida familiar, entre crianza y desarrollo de los niños.
En estas tareas de la crianza Ud. toma decisiones, elige qué hacer y qué no, luego se atiene a las consecuencias. También prueba, acierta o se equivoca, intenta y logra o falla, rectifica medidas y va hacia adelante poniendo fe en que lo que la cultura no logra, lo aporta o subsana la vida misma.
También se pone freno, límites, se exige dedicarse un poco más o dejar de estar tan encima del niño, calibra o equilibra su forma de ser padre constantemente.
Esto es porque sabe que como padre o madre deja su sello y marca su estilo, algunos son más firmes y otros más laxos, algunos más exigentes y otros más permisivos , algunos son variables y no tienen un estilo dominante, pues dependen del día o de la fase lunar, de sus ciclos hormonales o de sus humores, alternando períodos de inflexible rigor con otros de reblandecida aceptación.
Lo importante es que vea que hay algún tipo de relación de causa-consecuencia entre crianza y la forma de ser de los hijos que tenemos, que, si bien no es directa, ni lineal, ni exacta o totalmente predecible, muestra algunas aproximaciones. De las elecciones y opciones hechas para emprender la crianza se obtienen resultados relacionados, es decir, es de esperar que si usted ha sido muy pesado en el tema del orden, lo más probable es que su niño sea ordenado. Si usted insulta a los niños, no puede esperar que hagan otra cosa con usted que vapulearlo cuando están enojados o frustrados. Como también, llegado el momento, sus por favor, gracias y sus pedidos de disculpa vuelven multiplicados por el número de hijos que tenga.
Mónica Coronado
Psicopedagoga, Licenciada y Profesora en Ciencias Psicopedagógicas; tiene un Postítulo en Investigación Educativa con Orientación Socio-Antropológica (UNC); es especialista en Docencia Universitaria (UNCuyo), Magíster en Docencia Universitaria (UTN). Tiene estudios de posgrado en Orientación Familiar, Desarrollo Cognitivo, Mediación Escolar, Formación Basada en Competencias (CIF-OIT) y otros.
Actualmente es profesora titular en la Universidad Nacional de Cuyo, responsable de apoyo pedagógico en el Instituto Tecnológico Universitario (ITU) y pro-titular en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UCA). Ha publicado artículos en la revista Novedades Educativas sobre habilidades sociales, competencias docentes y relación familia-escuela. Su libro Competencias Sociales y Convivencia (2008, Noveduc) recibió el premio Mención al mejor libro de educación 2008 de la Fundación el Libro, en la 35ª Feria del Libro de Buenos Aires.
Título: Todo lo que se debe hacer para malcriar a los niños
Subtítulo: Caminos para ejercer y disfrutar la paternidad y la maternidad