(…) para cambiar de práctica social hay que aceptar un sismo de intensidad máxima: pues no se trata solo de un cambio cognitivo sino de una transformación de los modos institucionales, de los estilos relacionales, de la circulación de afectos y sentidos, de las formas en que compartimos y de las relaciones de poder. Najmanovich, 2005. El grupo y lo grupal en el Jardín Maternal resulta un tema controvertido ya que ocupa un lugar declarativo, tanto en los discursos docentes como en los textos académicos, enunciando su importancia, pero sin poder ser incorporado a la enseñanza y, por ello, sin mayor interrogación. Desde la perspectiva que parte de la idea de que los niños a tan temprana edad no pueden conformarse como grupo, la mirada y el trabajo que se haga sobre ello suelen quedar restringidos a la socialización en tanto aprendizaje de normas, pautas, valores que se adquieren en la interacción / convivencia con otros (o en sociedad). Si bien lo grupal1 está incluido en la socialización, ya que están en estrecha interrelación, suele reducirse a los agrupamientos, quedando invisibilizado el proceso grupal de aprendizaje. Los aportes que realizaron las corrientes interaccionistas, constructivistas y social de la psicología, durante el período de renovación de la enseñanza (décadas de los sesenta y setenta) lo convirtieron en un nivel de avanzada al incluir el trabajo en pequeños grupos, y con ello la importancia de la interacción social en los procesos de construcción del conocimiento. Este aporte no es exclusivo para el segundo ciclo de la Educación Inicial, también resulta valioso para el primero y requiere de una actualización desde una reflexión política y de un trabajo en torno a lo grupal, en la construcción metodológica de la enseñanza, teniendo como horizonte la formación ciudadana. Incorporar la mirada acerca del grupo y lo grupal a la enseñanza desde el Jardín Maternal no puede menos que plantear interrogantes tales como los siguientes: “¿Podemos hablar de grupos desde tan temprana edad?”. “Si son tan chiquitos… ¿pueden aprender a ser un grupo?”; “¿les podemos enseñar a participar?, ¿a compartir y a convivir?”; “¿qué significa construir conocimientos con otros?”; “¿para qué incluir a las familias en la elaboración de proyectos?”; “¿cómo incide el contexto grupal de aprendizaje?”. Con todo ello: “¿Cómo trabajar lo grupal al interior de las propuestas didácticas?”. Los seres humanos somos los únicos seres vivos capaces de imaginar futuros posibles. Siendo parte de un grupo, de una organización, de una comunidad y de una sociedad, en distintas instancias y de distintas maneras, elaboramos proyectos. Juntamente con las relaciones que establecemos con otros, estas acciones proyectivas son las que ayudan a organizar “lo social” en sus múltiples facetas. Siguiendo esta línea de pensamiento, la ciudadanía es una práctica social que se aprende y desarrolla y, por ende, también se enseña. Desde el particular enfoque didáctico que asumimos, que incluye a la dimensión social del aprendizaje, incorporamos al eje el grupo y lo grupal como parte de la enseñanza desde el primer ciclo de la educación inicial. Lo hacemos entendiendo que lo que los pequeños aprenden son los gestos iniciales de un proceso de construcción que comienza con el registro corporal. Ello nos invita a pensar en cómo podemos ayudarlos a construir las matrices a partir de las cuales se desarrollarán como futuros ciudadanos. Entendiendo el carácter político del acto de educar desde una perspectiva que concibe que las formas de enseñar inciden en la conformación de la subjetividad de una época, destacamos la importancia de incluir en las prácticas de enseñanza un trabajo sostenido en torno al grupo y lo grupal desde un compromiso con la realidad social.